El lobo y la grulla
El lobo y la grulla. Adaptación de la fábula de Esopo
Bribón era un lobo gris que habitaba en la pradera más grande y soleada del valle. Los miembros de su manada le consideraban el más rápido, fuerte y astuto; por eso, en cuanto llegó a la edad adulta, todos estuvieron de acuerdo en que merecía ser el líder.
Desesperado, comenzó a gritar.
- ¡Socorro! ¡Socorro!
La mayoría de sus amigos estaba durmiendo y, como era un peligroso lobo, ningún animal de otra especie, ya fuera conejo, perdiz o culebra, se atrevía a acudir en su ayuda.
- ¡Auxilio! ¿Es que no va a venir nadie?
La situación comenzaba a ser crítica. Cada segundo que pasaba, Bribón perdía fuerzas y se sentía más mareado. Ya casi no podía respirar.
- ¡Me ahogo!
El lobo empezó a ver borroso y se desplomó en el suelo plenamente consciente de que estaba a punto de perder la vida y no podía hacer nada para evitarlo. Boca arriba, mirando al cielo, susurró unas palabras de despedida.
- Adiós, mundo. Me voy para siempre.
Justo en ese instante, cuando ya había dejado de luchar, notó que alguien se le acercaba. Era una esbelta grulla, una de las muchas que vivían en el pantano.
- ¡Hola, amigo! Me llamo Tuca. ¿Qué te pasa?
A Bribón casi no le quedaba aire en los pulmones.
- Me muero… un hueso… me asfixia. Ayúdame y te recompensaré.
- ¡Está bien! Tranquilo. Sé lo que tengo que hacer.
De un brinco, la atrevida grulla Tuca se subió sobre él, estiró el cuello y metió su cabeza en la boca del lobo. Gracias a su larguísimo pico, le resultó fácil localizar el hueso y extraerlo con la precisión de una cirujana.
- ¡Listo, amigo!
Bribón abrió los ojos de par en par, respiró una enorme bocanada de aire fresco y, poco a poco, comenzó a respirar con normalidad. Su corazón volvió a latir de forma acompasada, su pulso se reguló y el color regresó a sus mejillas. Minutos después estaba completamente recuperado.
Tuca se sintió muy satisfecha consigo misma. Para un ave tan frágil acercarse a un lobo era un acto casi heroico.
- Bueno, lobo, dime: ¿cuál es la recompensa que me has prometido?
Bribón soltó una carcajada burlona.
- ¿¡Me lo preguntas en serio!? Tu recompensa es estar sana y salva después de haber metido la cabeza entre mis colmillos. ¡No olvides que soy un lobo!
La grulla se quedó desconcertada.
- Pero tú me dijiste…
- ¡No hay pero que valga! Deberías estar feliz por seguir con vida. ¡Me largo antes de que me arrepienta!
Sin ni siquiera darle las gracias, Bribón se dio media vuelta y, olfateando el aire, se fue en busca de su manada.
Lo que sucedió esa tarde no cambió a Bribón. Para sus compañeros siguió siendo un líder, un lobo ejemplar, el mejor jefe que habían tenido nunca. En cambio, para la grulla, siempre sería un mentiroso, un arrogante y un desagradecido. Jamás volvería a confiar en él.
Moraleja: Ten cuidado en quién depositas tu confianza. Si sospechas que alguien te puede traicionar, mantente alejado y no corras riesgos.