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El camello y el cerdo

El camello y el cerdo. Adaptación de la fábula de la India.

Un soleado día de primavera, el camello Paco y el cerdo Toli se encontraron en un cruce de caminos.

Paco jamás había visto un cerdo.

  • Rechoncho, rosado y con el rabo en forma de espiral. ¡Qué tipo tan raro!

Y Toli nunca había visto un camello.

  • ¿De dónde habrá salido este ser patilargo con dos montañas en el lomo?

Estuvieron mirándose de arriba abajo con la boca abierta hasta que, por fin, decidieron presentarse.

  • ¡Buenos días! Me llamo Paco y soy un camello.
  • ¡Encantado de conocerte! Mi nombre es Toli y soy un cerdo.

Paco no pudo evitar dirigirse al cochino con ciertos aires de superioridad.

  • Entiendo tu sorpresa porque soy uno de los animales más exóticos del mundo. ¿Has visto mi fabuloso pelaje? ¿Y mis largas pestañas? Como ves tengo muchos atributos, aunque te confieso que el que más me enorgullece es el tamaño de mi cuerpo. ¿Verdad que soy altísimo?

Toli observó detenidamente al vanidoso camello.

  • Admito que eres un animal peculiar, pero has de reconocer que yo también tengo mi encanto. ¡Mira qué originales son mis orejas!

El camello movió la boca para decir algo, pero Toli siguió hablando.

  • En cuanto a la altura, te aconsejo que no presumas tanto. En mi opinión, ser tan alto como tú es un inconveniente.

Paco abrió exageradamente los ojos para mostrarse ofendido.

  • Supongo que estás de broma. ¡Es obvio que ser alto tiene muchas ventajas!

Toli, un poco enojado, negó rotundamente tal afirmación.

  • Te equivocas. ¡No hay nada más práctico que ser bajo y pequeño como yo!

Paco y Toli se enzarzaron en una discusión en la que ninguno quería dar su pata a torcer. Harto de la bronca, el camello lanzó al cerdo una mirada retadora.

  • Ya que los dos vamos al mismo lugar propongo que continuemos juntos el viaje. Quiero demostrarte que ser alto es lo mejor. Si no lo consigo, me quitaré las dos jorobas.

A Toli le pareció buena idea para salir de dudas.

  • ¡Acepto el reto! Yo te demostraré que lo ideal es ser bajito. Si no lo logro, prometo quitarme el hocico para siempre.

Sellado el acuerdo, Paco y Toli tomaron el largo sendero que recorre el valle en dirección sur.

A pesar de sus diferencias, Paco y Toli se comportaron de manera educada y cordial durante todo el recorrido. A media tarde, iban charlando animadamente cuando al camello le entró hambre.

  • Necesito comer algo, pero no encuentro ningún alimento que sea de mi gusto.

Caminaron un ratito más hasta toparse con un muro de piedra. Paco levantó la mirada.

  • ¡Oh, qué suerte la mía!

Por la parte alta asomaban las ramas de una acacia que estaba justo detrás.

  • ¡Ahora verás!

El camello se acercó a la gran pared, estiró el cuello y mordisqueó las hojas más tiernas. Cuando terminó de darse el atracón se relamió y dijo con cierta chulería.

  • Yo he podido comer y tú no. ¿Comprendes ahora por qué es mejor ser alto?

El cerdo bajó la cabeza sin saber qué decir.  En silencio, uno con el estómago lleno y otro con el estómago vacío, retomaron la senda. Una hora después, Toli empezó a sentirse débil. Con voz lastimera, se quejó a viva voz:

  • ¡Ay, madre, qué hambre! Espero encontrar comida antes de que se haga de noche.

Nada más decirlo detectó en el aire un olor maravilloso e inconfundible. Moviendo nerviosamente el hocico, aseguró:

  • Por aquí huele a bellotas, pero ¿dónde están que no las veo?

Avanzaron unos metros y ante ellos apareció otro muro de piedra. De nuevo, Paco estiró el pescuezo y asomó la cabeza para ver qué había detrás.

  • Tu olfato no te engaña, compañero: detrás de este muro hay un bosque de encinas. ¡Es una pena que no puedas pasar!

Toli se rio.

  • ¿Estás seguro, Paco? ¡Mira eso!
Con una de sus pezuñas delanteras señaló un hueco en la pared, a ras de suelo.

  • ¡Es una suerte ser pequeño porque puedo colarme por ahí!

Toli atravesó el agujero y, ya en el encinar, se puso a comer bellotas desperdigadas por la hierba hasta que no le cupo ni una más en la panza. Cuando terminó, regresó junto a su colega.

  • Esta vez soy yo quien ha podido disfrutar de un buen banquete. ¿Ves como es mejor ser bajo?

Los dos se miraron fijamente y estallaron en carcajadas. ¡Qué absurdo había sido discutir por ver quién de los dos tenía mejores cualidades!

Moraleja: Todos somos diferentes, únicos y maravillosos.