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La leyenda del águila

Leyenda Aguila
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Cuento La leyenda del águila: adaptación de una leyenda de Albania.

En Europa, muy pegadito a Grecia, hay un país llamado Albania.
El nombre Albania proviene de una antigua y curiosa leyenda que ahora mismo vas a conocer.

Dice la historia que hace muchos, muchísimos años, un muchacho se levantó una mañana muy temprano para ir a cazar.

Caminó tranquilo hacia las montañas y al llegar a su destino, vio cómo en la cima de una de ellas, un águila enorme descendía del cielo y se posaba sobre su  nido. Lo que más le llamó la atención fue que el águila llevaba una serpiente, rígida como un palo, bien sujeta con el pico.

– ¡Vaya, hoy el águila está de suerte! ¡Acaba de amanecer y ya ha conseguido alimento para su cría!

La reina de las aves, creyendo que la serpiente estaba muerta, la dejó caer junto a su hijito y remontó el vuelo para ir a buscar más.

¡Qué equivocada estaba! En cuanto desapareció en el horizonte, la serpiente se desenroscó, abrió la boca y mostró sus afilados y venenosos colmillos al indefenso polluelo ¡El pobre no tenía escapatoria y la miraba aterrado!

Por suerte el cazador lo estaba observando todo, y cuando estaba a punto de hincarle el diente, agarró su arco, afinó la puntería y lanzó una flecha mortal al peligroso reptil, que se quedó quieto para siempre. Después echó a correr hacia el nido, angustiado por si el aguilucho había sufrido alguna herida.

¡Cuánto se alegró al ver que estaba  sano y salvo! Con mucho cuidado, lo tomó entre sus manos con suavidad, y acariciándole las plumitas se alejó del lugar.

Al rato el águila regresó  y comprobó con horror que su retoño ya no estaba. Desesperada sobrevoló la zona a toda velocidad y distinguió a un joven que se lo llevaba camino de la ciudad. Rabiosa, descendió en picado y se interpuso en su camino.

– ¡Eh, tú, ladrón! ¿A dónde vas con mi chiquitín?

– ¡Me lo llevo a mi casa! La serpiente que cazaste no estaba muerta y casi se lo come de un bocado ¡Quiero ponerlo a salvo!

El águila se entristeció y sus ojos se llenaron de lágrimas.

– ¿Me estás diciendo que soy una mala madre?

– ¡No, de ninguna manera! Imagino que eres una madre buena y cariñosa como todas, pero debes reconocer que has cometido un gravísimo error.

– ¡Lo sé y estoy muy apenada por ello! Siempre estoy pendiente de proteger a mi pequeño porque le quiero más que a mí misma. Te juro que pensaba que la serpiente estaba muerta y que no corría ningún peligro.

– Ya, pero…

– Sin duda fue un descuido y no volverá a suceder. Devuélvemelo, por favor, y yo te recompensaré.

– ¿Ah, sí? ¿Y cómo lo harás?

– ¡Seré generosa contigo! Voy a concederte las dos cualidades más valiosas que poseo.

– ¿Dos cualidades? No entiendo a qué te refieres.

– ¡Sí! A partir de ahora tendrás una visión tan aguda como la mía y tanta fuerza como estas dos alas. Nadie podrá vencerte y te aseguro que llegará un día en que te llamarán águila como a mí.

El cazador pensó que era un trato fantástico y, ciertamente, el águila parecía desconsolada y arrepentida de verdad. En lo más hondo de su corazón sintió que tenía que darle una nueva oportunidad porque al fin y al cabo, en esta vida todos cometemos errores alguna vez. Sin pensarlo más, levantó sus manos callosas y entregó la pequeña cría a su amorosa mamá.

Pasaron varias primaveras y la promesa del águila se cumplió. El muchacho se convirtió en un hombre muy hábil y más fuerte de lo normal, capaz de cazar animales gigantescos y de participar en la defensa de su ciudad cada vez que entraban enemigos ¡Un auténtico héroe al que todos los vecinos querían y admiraban!

También pasó el tiempo para el pequeño aguilucho, que jamás olvidó quién le había salvado la vida cuando era chiquitín. Como era de esperar creció muchísimo, y cuando se transformó en un águila grande y hermosa, decidió no separarse nunca de su amigo el cazador. Siempre a su lado, le protegía día y noche desde las alturas como un perro guardián que vela por su amo a todas horas.

La fama del cazador y de su ave protectora se hizo tan grande que toda la gente empezó a llamarle “el hijo del águila”,  y a la tierra donde vivía, Albania, que significa “tierra de las águilas”.

Hermosa historia, ¿verdad?