El vagón
La señora sentada a mi derecha se dirigió al vagón mirador, para contemplar el paisaje, dejándose una pequeña campana dorada sobre el asiento.
Decidí quedarme con ella, parecía cara y podía ser un buen regalo para mi madre.
Hacía años que viajaba en tren, pero este me gustaba ya que funciona con electricidad como las bombillas y disponía de camas y lavabos para minusválidos.
Al poco, regresó la mujer y se puso a buscar la campana, que se encontraba en mi mochila.
Su cara de preocupación me hizo pensar que no era justo haber guardado algo que no era mío. Abrí la mochila y se la entregué.
Yo esperaba que me regañara, pero en vez de ello me invitó a tomar tarta en el vagón cafetería.