


















Hace cientos de años vivía en China un caballero llamado Zou Ji. Este hombre sabía que era muy guapo y se pasaba el día contemplándose en el espejo para disfrutar de su propia belleza.
– ¡Ay, qué suerte tengo! Tengo un rostro delicado, un cuerpo esbelto y una gracia natural que llama la atención ¡La naturaleza ha sido muy generosa conmigo!
Su estilo y elegancia eran famosos en todo el reino, pero corrían rumores de que había otro hombre que podía competir con él en hermosura: un tal señor Xu, que vivía en otra ciudad al norte del país.
Una mañana una de las sirvientas llamó a la habitación de Zou Ji.
– Señor, le recuerdo dentro de una hora tiene una cita en su despacho con un importante hombre de negocios.
– ¡Es cierto! Me arreglo y bajo a recibirlo.
Zou Ji se aseó, se vistió con sus mejores ropas, y
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