¿Qué es un fósil de dinosaurio?
Los fósiles son por mucho, la materia prima que mueve a la paleontología. Son el objeto de estudio constante de especialistas y expertos que los estudian y analizan para reconstruir la vida natural en la prehistoria.
Los fósiles son variados y pueden ofrecer información interesante sobre los dinosaurios. Si bien sólo representan una parte de las especies existentes en el pasado, su análisis nos ayuda a entender más sobre la vida en nuestro planeta.
¿Qué es un fósil?
Un fósil es fundamentalmente toda evidencia física de la existencia de un animal o un vegetal de la era prehistórica. Debe tener al menos 10 mil años de antigüedad y pueden incluir huesos, dientes, caparazones, conchas marinas, huellas o impresiones que tengan un gran margen de antigüedad.
Estos fósiles se excavan usualmente en diferentes entornos que incluyen el lecho de los ríos y lagos, cuevas, pozos de alquitrán o caídas de cenizas volcánicas, entre otros lugares.
Los restos como huesos, dientes u otras partes de lo que fueron dinosaurios se suelen llamar fósiles corporales. En cambio las evidencias en el terreno como huellas, madrigueras o estiércol se conocen como huellas fósiles.
Abundan los fósiles reconocidos, como el cráneo fosilizado del dinosaurio Hypsilophodon hallado en Inglaterra, que tiene 125 millones de años. En este territorio también se han encontrado garras de Baryonyx que es otro famoso dinosaurio británico.
¿Cómo se originan los fósiles?
Lo cierto es que se descubren fósiles todos los días, pero no todos los restos biológicos están destinados a preservarse en el tiempo. Se requieren condiciones específicas para que suceda la fosilización, por lo que es un evento fuera de lo común.
Casi todo lo que muere se deteriora por completo y no deja rastros tras de sí. La gran mayoría de los fósiles hallados son mariscos y tiburones. Esto se debe a que vivían en el mar, dónde la arena o el barro entierran los restos de animales muertos.
Cuando quedan enterrados bajo los sedimentos su descomposición se vuelve lenta debido a la carencia de oxígeno, lo que produce la fosilización. Esto explica por qué la mayoría de los fósiles de dinosaurios hallados son de animales que vivían cerca de un lago o río.
Algunos murieron antes que cierta área se inundara y que su cuerpo quedara cubierto con lodo o cieno. Otros fueron arrastrados hacia los ríos por lluvias fuertes y persistentes.
¿Cómo se forman los fósiles?
Los especialistas han podido desentrañar cómo es que los restos de animales de millones de años atrás han podido supervivir hasta nuestros tiempos. Se han expuesto a un proceso de petrificación y sucede bajo condiciones muy concretas.
Cuando un animal muere lo primero que sucede es que sus partes blandas, todos sus tejidos, incluyendo los músculos y la piel, se pudren. Esto atrae a los carroñeros quienes comienzan a comerlo, muchas veces hasta el punto de dejar sólo los huesos.
Antes de su desaparición definitiva, estos huesos por alguna razón quedan cubiertos de sedimentos tales como lodo, arena o cieno. En la mayoría de los casos se trata sólo de los huesos y de los dientes.
Finalmente quedan enterrados por sedimentos por completo, hasta formar una capa superior. Esto le agrega mucho peso y presión a las capas inferiores, aplastándolas. Con el paso del tiempo se van a convertir en rocas sedimentarias.
A su vez esto provoca que el agua se filtre en los huesos y dientes, lo que contribuye a que se transformen en piedra, en la medida en que pierde también los minerales.
Todo esto ocurre con el transcurso de millones de años, para convertirse en los fósiles que conocemos a día de hoy. El agua deja espacios minerales en huesos. Por eso los fósiles suelen tener una textura similar a una esponja o a un panal de abejas.
También es posible dar con fósiles de árboles más conocidos como madera petrificada, que alcanza también una gran conservación de la misma forma. Incluso se les puede contar los anillos de crecimiento en el interior de su estructura.
Fósiles obtenidos de moldes
Los hallazgos paleontológicos no siempre se tratan de huesos o de restos petrificados. También ha sucedido que los restos atrapados en las rocas sedimentarias se disuelven y dejan un agujero con la forma que tenía, fundando un molde natural.
Cuando agua rica en minerales llena este espacio, suelen formarse cristales y de este modo crear un fósil con la forma del hueso o el caparazón original. Esto es lo que se llama fósil fundido.
De esta forma es como se fosilizan con más frecuencia los animales marinos con caparazones. Tal es el caso de las amonitas que se extinguieron al mismo tiempo que los dinosaurios, a los mariscos que se parecen más a las lapas y a las ostras, y a los mejillones que aún es posible encontrar en las playas.
Los fósiles trazas como las huellas de dinosaurios aparecen de forma similar. Es decir, la huella establece un molde natural y el sedimento la cubre como si fuese yeso.
¿Por qué podemos hallar fósiles en la actualidad?
La razón por la que disponemos de restos fósiles para investigar el pasado, se debe también a una combinación de factores conocidos como levantamiento, meteorización y erosión. Y claro está a esta receta también se le agrega una pizca de suerte.
Las placas tectónicas son piezas de forma irregular que constituyen la superficie del planeta. Se encastran de la misma forma en que lo hace un puzle o un rompecabezas. Estas se mueven lentamente, debido al calor en el interior de la Tierra.
En algunas partes del mundo estas planchas chocan entre sí. Como resultado esto impulsa áreas rocosas hacia la superficie. Esto es lo que ha formado con el paso del tiempo las cadenas montañosas. De este modo se explica por qué se han hallado fósiles marinos en la cima del Monte Everest.
Los sitios que alguna vez estuvieron cubiertos por capas de hielo, enormes y pesadas, también han levantado las rocas.
No hay que dejar de lado que las rocas ígneas también contribuyen con este proceso, impulsando a las capas inferiores lentamente hacia arriba.
Y esto es sólo una parte del proceso. El desgaste y la erosión del viento, los ríos, la lluvia, el calor y el hielo, también contribuyen al rompimiento de las rocas y hacen que se arrastren los fragmentos.
Así es cómo millones de años después los fósiles aparecen expuestos en niveles de la superficie en dónde es posible desenterrarlos. Siempre están en las rocas sedimentarias que son continuamente el objetivo de la paleontología.
¿Dónde se encuentran los fósiles?
Las rocas sedimentarias se forman cuando la arena, el lodo y el material orgánico se asientan en el agua o el aire, convirtiéndose en capas que se compactan hasta su solidificación. Los paleontólogos buscan afloramientos de estas rocas que se formaron en la era Mesozoica.
Se trata de zonas con crestas y barrancos áridos que suelen llamarse tierras baldías. Para dar con las capas apropiadas de rocas sedimentarias primero se consultan mapas que indican los tipos de rocas de diversas etapas geológicas en cada región.
De este modo la búsqueda de fósiles de dinosaurios da comienzo con una esperanza razonable de hallar algún tipo de dinosaurio en particular. Con frecuencia se puede dar con algún descubrimiento inesperado, como el descubrimiento de un ejemplar nuevo.
¿Cómo se descubren y recolectan los fósiles de dinosaurios?
Los paleontólogos pueden ir a cualquier parte del mundo para hallar restos fósiles. Pero las probabilidades de éxito reales se presentan cuando se obtiene una considerable financiación para el proyecto y una planificación detallada.
Por lo general se establece el objetivo de dar con fósiles que establezcan nueva información sobre asuntos puntuales en una investigación. La mayoría de las veces se eligen destinos en dónde ya se han encontrado fósiles.
De no ser así, además de mapas geológicos se utilizan fotografías de satélite con la finalidad de dar con rocas con la antigüedad ideal, y que además están lo más cerca posible de la superficie.
Se inicia con una prospección, que es una caminata lenta a través de crestas y barrancos, en tanto se mantiene la vista fija en el suelo, con la esperanza de dar con fragmentos fósiles erosionados al alcance. Esto se hace en un radio de unos 8 a 10 kilómetros durante la jornada en la que se realiza la prospección.
Una vez que se ha dado con un fragmento, se le quita la suciedad y se busca en la cercanía para saber si hay más restos del ejemplar encontrado. Después se sigue excavando para dar con más piezas usando punzones, cinceles, martillos y otras herramientas útiles para el caso.
En la reconstrucción se utilizan pegamentos especiales que tratan de cerrar grietas y fracturas, de modo que la pieza se mantenga unida.
Lo que sigue es cavar alrededor del fósil para que se asiente sobre un pedestal, ya sea en la roca o en cualquier matriz que lo rodee. Se cubren los huesos con papel higiénico húmedo y después se envuelve la matriz con vendajes de yeso para endurecerlo. Es un procedimiento similar al que aplica un médico para reparar un hueso roto.
Después de que el molde se endurece se completa la excavación del fósil rompiendo la matriz de la roca subyacente. El fósil en su molde se empaqueta para después ser enviado al museo.
La preparación de los huesos en el laboratorio
Los encargados de seguir trabajando con los fósiles son técnicos especializados que los extraen de la matriz circundante. Utilizan adhesivos y consolidantes para estabilizar cada parte. Después preparan moldes y vaciados de los especímenes.
Los huesos llegan en cubiertas de yeso, de la misma forma que inicialmente formaban parte de la roca sedimentaria. Se deben extraer con extremo cuidado ya que puede ser una matriz blanda o quebradiza o extremadamente dura, de acuerdo a cómo dicho yeso esté cimentado.
Por eso se emplean una variedad de herramientas con las que eliminar la matriz y estabilizar el fósil. En este caso se hace uso de herramientas mecánicas pequeñas que harán un trabajo más delicado y con menos posibilidades de error.
Previamente se examina el fósil con un microscopio preciso, bajo una iluminación de alta calidad. El objetivo es trabajar sin provocar daños ni roturas. Esto se completa con adhesivos, rellenos y colas especiales que resisten el paso del tiempo sin quebrarse o decolorarse.
Finalmente todos los materiales usados se registran y documentan para ayudar a otros paleontólogos y técnicos especialistas, a realizar una tarea exitosa en la siguiente investigación.