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Adivinanzas de vestidos y ropa

Me pisas y no me quejo,
me cepillas si me mancho,
y con mi hermano gemelo,
bajo tu cama descanso.
Aunque las adornamos a ellas
cuando no tenemos carreras,
la gente tiene manía
de no llamarnos enteras.
Tengo copa y no soy árbol,
tengo alas y no soy pájaro;
protejo del sol a mi amo,
en invierno y en verano.
Santa con nombre de flor,
y, a pesar de este retrato,
me confunden con zapato.
Por la noche me lo pongo,
por el día me lo quito
y en la siesta, lo uso un poquito.
Destacan en las orejas,
creyéndose independientes,
van casi siempre en parejas.
Con varillas me sostengo
y con la lluvia voy y vengo.
En tus manos estoy limpio,
en tus ventanas me ensucio,
si sucio, me ponen limpio,
si limpio, me ponen sucio.
Para salir a la esquina ponte pan en el talón y camina.
Puedes llevarlo en el pelo
y, a veces, en los zapatos,
se coloca en la cintura,
y en el rabo de los gatos.
Me pones y me quitas,
me tomas y me dejas,
conmigo no tiritas,
y estoy hecho de madejas.
Ahí vienen dos:
uno se moja y el otro no.
Dos hermanos con cordones,
que siempre están en el suelo,
y se dejan en los rincones.
Nuestra dueña
nos coloca uno a cada lado,
siempre pendientes,
siempre colgados.
Tamaño de una cazuela,
tiene alas y no vuela.
Resuélveme este dilema:
«soy una, pero soy media».
De día llenos de carne,
de noche con la boca al aire.
Se pone para dormir,
aunque no es un camisón,
puede ser de lana,
seda o algodón.
Dos buenas piernas tenemos,
y no podemos andar,
pero el hombre sin nosotros,
no se puede presentar.
Tienen justo cinco dedos
como la mano;
se rellenan en invierno,
se vacían en verano.
Dos hermanitos muy igualitos,
llegando a viejecitos,
abren los ojitos.
Una copa redonda y negra,
boca arriba está vacía,
boca abajo está llena.
Mi ser por un punto empieza,
por un punto ha de acabar,
el que mi nombre acierte,
sólo dirá la mitad.
Con dos patas encorvadas,
y dos amplios ventanales,
quitan sol o dan visión,
según sean sus cristales.
Dos guaridas cálidas
con sus escondrijos,
para dos hermanas
y sus quintillizos.
Aunque la quite del agua,
sigue en agua.
Colgada voy por delante,
y al hombre hago elegante.
Una piel que es otra piel,
una mano que no es mano
y el frío se aguanta bien.
Mi padre al cuello la ata,
y poco a poco la aprieta,
hasta llegar a su meta.
No me utilizan los patos,
más me llevan de apellido,
con «Z» empieza mi nombre,
¡y ya el resto es pan comido!
Soy de lana calentita y si me pones del revés, todas las costuras ves.
Si eres muy inteligente,
lo podrás adivinar,
van puestas en mi nariz
y sirven para mirar.
Como una culebra soy muy larga,
me enrosco en el cuello,
doy vueltas y cuelgo.
Si no me adivinas,
pasarás frío en invierno.
Voy rodeando tu cintura,
en más de una ocasión
y si no es por mi ayuda,
se te cae el pantalón.
Yo te protejo del frío
y de los rayos del sol;
no soy gorra ni sombrero,
pero te cubro mejor.
Alrededor de tu cuello,
dos alitas bien plantadas;
no tienen plumas ni vuelan,
ni se mueven para nada.
La llevan todas las niñas
y también los escoceses,
romanos y babilonios
y hasta los mismos cretenses.
Las adivinanzas de ropa, vestidos, y complementos para vestir son una estupenda alternativa para que los niños pasen parte de su tiempo libre de una forma divertida.
Les ayuda a pensar y ejercitar la mente, pero de una forma muy entretenida.