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Yaci y su muñeca

Cuento Yaci Muneca
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Cuento Yaci y su muñeca: adaptación del cuento popular de Brasil.

 

Yaci era una preciosa niña que vivía en la selva y que tenía una muñeca a la que adoraba. La había fabricado ella misma con una pequeña mazorca de maíz y le había hecho ropita con sus propias manos utilizando hojas de la misma planta.

Era una muñeca muy humilde que la acompañaba a todas partes.  Tanto la quería que jamás se separaba de ella. Jugaba a darle comidita por la mañana y, por la noche, la sacaba a pasear y la acunaba para que se durmiera. No había nada que le gustara más que estar con su muñequita.

A veces, su madre la llamaba para que le ayudara en las tareas de la casa.

– ¡Yaci, ayúdame a encender el fuego! ¡Yaci, necesito que vigiles la sopa mientras recojo fruta!…

Pero la niña siempre estaba tan distraída con su muñeca que ni escuchaba los requerimientos de su mamá. Una mañana su madre se enfadó.

– ¡Yaci, esto no puede seguir así! Me parece muy bien que juegues con tu muñeca, pero también has de ayudarme que yo sola no puedo con todo ¡Tienes que ser más responsable!

– Lo sé mami, pero es que no quiero separarme de mi muñequita ni un segundo.

– Yaci… Es mi último aviso ¡Como sigas así, te quitaré esa muñeca!

Yaci se asustó. Por nada del mundo quería que le arrebataran lo que más quería. Salió de la  casa con su muñeca en brazos como si fuera un bebé y llegó hasta el río que pasaba cerca del maizal. En la orilla, reposaba perezosa una tortuga con quien solía charlar muchas tardes.

– Hola, Yaci – le dijo sorprendida la tortuga al verla por allí a esas horas – ¿Qué haces en el río tan temprano?

– Estoy buscando un sitio seguro para esconder mi muñeca – contestó Yaci con voz triste y pesarosa.

– ¡Uy, eso es fácil, amiga! Mira, puedes hacer como yo. Cuando pongo mis huevos, escarbo en la arena y los entierro, bien escondidos para que no corran peligro.

A Yaci le pareció una idea estupenda y se puso a cavar un agujero. Cuando terminó, metió en él su muñeca y la cubrió bien de arena. Entonces la tortuga la animó a irse.

– Vete, Yaci, tu madre te estará buscando. No te preocupes por nada. Como tu muñeca está al lado de donde enterré mis huevos, yo vigilaré ambos escondrijos.

La niña regresó a su casa confiada en que la tortuga velaría por su muñeca. A los pocos minutos de encontrarse con su madre, comenzó a llover torrencialmente. Cayó tanta agua durante semanas, que Yaci no pudo salir de casa en mucho tiempo. Allí permaneció con su mamá al calor del fuego ayudándole a tejer alfombras y ropa de abrigo para sobrellevar mejor los meses más fríos.

¡Por fin llegó el verano! Yaci pudo volver a la orilla del río e ir al lugar donde estaba enterrada la muñeca hecha con una mazorca de maíz. Sucedió que ella había nacido una hermosa planta de la que salían otras muchas  mazorcas de maíz.

Cogió una de ellas, fabricó una nueva muñeca idéntica a la anterior y se llevó a casa todas las demás mazorcas. Con ellas, su madre preparó riquísimas tortitas de maíz para merendar… ¡Y esta vez Yaci le ayudó encantada a prepararlas!